El título de este post no es casual y lo he escogido a conciencia porque, al igual que en la película, me siento identificado con los verdaderos valores que quiere transmitir el mensaje de la película. Más allá y lejos de interpretaciones sexualmente explicitas o falsas comparaciones prejuiciosas, quiero centrarme realmente en el amor como sentimiento principal que desemboca o reprime el resto de sentimientos según nuestros intereses.
Dicen que el amor solo dura un año, que a partir del primer año se pierde el enamoramiento. No creo que para nada sea así, al contrario, yo creo que cuando el amor es verdadero, el amor aumenta proporcionalmente cada año, y así, hasta que la muerte nos separe (y si es cierto que existe la reencarnación, en bucle todas las vidas).
Lo que ocurre, es que los mortales que se atreven a juzgar gratuitamente el amor de esa manera no son sinceros, porque tienen miedo de afrontar los nuevos cambios que tanto predican pero no desean de corazón. Prueba de ello es que, se atreven a juzgarlo de tal forma que, no se centran en lo que se tienen que centrar más que en lo material, perdiendo el juicio y dejándolos perdidos en el limbo de las emociones. Lo que viene siendo el verdadero infierno.
Y por eso hay que cuidar el amor, porque quienes aman con el corazón, su amor no tiene fronteras para luchar mil batallas, por imposibles que parezcan. Aunque se pueda estar al borde del abismo, por las circunstancias ajenas, amar sin esperar nada a cambio es el objetivo de lograr la paz interior completa. De lo contrario, rendirse o echarse a perder, es lo equivalente a terminar muriendo en vida. Y no hay nada más triste que un alma en pena viviendo sin rumbo, porque el amor es la cima de la vida, y cuando encuentras al amor de tu vida es el clímax de la vida.
No existen reglas ni principios básicos para el amor. Pero si hay que tener clara una serie de señales y no confundirlas con los prejuicios materiales, porque entonces se corre el riesgo de perderse en el infierno.
Aunque parezca contradictorio, no hay que tener apego por la persona amada, porque el apego lo tienen quienes tienen miedo a perder aquello que siempre han querido y cuando lo encuentran se agarran como un clavo ardiendo, como si lo fueran a perder. Y hasta el amor verdadero puede terminar abrasándose porque se quema ese equilibrio natural y mágico que caracteriza al amor verdadero (no soy capaz de explicarlo mejor, porque hay que sentirlo). Es más, el amor verdadero no necesita apego, porque se apega solo de por sí gracias a ese hilo rojo transparente que le conecta a su alma gemela. Ambos enamorados pueden estar haciendo cosas distintas, en lugares distintos, salir con persona diferentes o en común, y a pesar de no dejar de pensar el uno en el otro, día a día, año a año, van aprendiendo a gestionar esa ansiedad del enamoramiento porque asumen que están predestinados para toda la vida sin que nada ni nadie se interponga en su camino. Y así, es como el amor se mantiene eterno.
También están las circunstancias ajenas, los prejuicios, “el que dirán”, “el que pensarán”, o lo que es peor, el ‘radio-patio’ o marujeo, etc. Todo ello son señales ajenas al amor que pueden destruir una relación consumida por la envidia, los celos, la falta de voluntad y la rutina mal gestionada a base de reproches a costa de absorber el máximo nivel de paz interior que alberga en quienes aman de verdad. Podemos escuchar miles de voces externas de nuestro alrededor, pero única y exclusivamente debemos escuchar la voz de nuestro interior, que es la que nos orientará y mantendrá viva la llama de la pasión que alimenta, entre otras cosas, el amor de nuestra vida.