Internet y las redes han supuesto un avance en cuanto a libertad de expresión e información, casi de primera mano, de manera inmediata. Pero últimamente, cada vez más hay una tendencia cada vez mayor a la controversia por las discrepancias sociales desde que podemos disponer de la información en primera linea gracias a las nuevas tecnologías.
Antiguamente tenían que hacer llegar las noticias a través de los informadores del rey o de los gobernantes para temas de la corte, de la nobleza o de los impuestos del pueblo. Para las noticias más populares eran los juglares quienes con sus coplas cantaban las noticias, leyendas o rumores. La mayoría de veces viajaban a pie y en el mejor de los casos a caballo, por lo que la información podía tardar horas, dias, semanas o incluso años.
Una vez que la información era trasladada al pueblo corría como la pólvora y si habia alguna novedad los lugareños vivían engañados por la incertidumbre hasta recibir el nuevo boletín. Eso sí el informador o juglar no era atacado por algún contratiempo del camino.
Con esa dinámica llegamos hasta el siglo XXI donde, a pesar de los avances, seguimos haciendo correr la información, sea verídica o rumores, pero a velocidad de la luz. Y es que, parece, que el ser humano sociable por naturaleza exagera la información con las prisas y la incertidumbre, generando confusión con tal de tener «algo que contar«.
El problema de la mayoría de los malentendidos viene dado por esa necesidad humana de tener «algo que contar» y por (pre)juzgar las opiniones objetivas como subjetivas por el hecho de darlas un sujeto «catalogado» de una determinada opinión, en lugar de interpretar correctamente si puede estar en lo cierto por dar una opinión al margen de su opinión personal y sin necesidad de tener que estar de acuerdo con ella. Simplemente se trata de dar opiniones, lo más neutrales posible, para valorar el razonamiento final.