Parece como si las personas buenas o ser bueno estuvieran infravalorados pero, aunque parezca mentira, no es así. Es complicado pensar lo contrario porque, cuando las cosas nos van bien, tendemos a dispersarnos aprovechando el momento. ¡Y bien que hacemos! Pero no tendríamos que olvidar, aunque sea de vez en cuando, de meditar o reflexionar para mantener las cosas o superarlas más fácilmente cuando llegan. Para bien o para mal, esa siempre es la cuestión.
Sigo pensando que las personas no son malas de naturaleza, se hacen o pueden parecer malas por intereses, costumbres o educación y que, gracias a esos ejercicios de meditación, podemos evitar pasarnos al lado oscuro de la confianza cuando alguien o algo nos traiciona, o nos podemos llegar a sentir como tal porque nos sobrepone a nuestras expectativas iniciales. Incluso aunque nos dañen o intenten dañarnos (excepto donde hayamos comprobado que no merezca la pena seguir “escarbando”). Ello no quiere decir que tengamos que amargarnos, simplemente ignorar lo que no podemos controlar.
A veces, lo más inteligente es hacerse el tonto. ✨🥷
A través de una serie de pautas cognitivas podemos seguir ofreciendo nuestra mejor versión;
Ser agradecidos con la ayuda y los servicios que nos brinda el prójimo es de ser bien nacidos, nobles, asertivos y empáticos. Porque, además, quién te presta un solo segundo de su vida en tu atención, ya está dándote algo irremplazable y, que menos, que por educación y respeto, hay que corresponder. Es de ley no escrita.
Ofrecerse sin esperar nada a cambio y no esperar más de lo que nosotros mismos podemos dar o esperamos que den como lo haríamos, sin dejar de dar sin esperar nada a cambio, con la ilusión del primer día, para dejar de sentirnos así y seguir ofreciendo la mejor versión de nosotros mismos.
La clave de la verdadera democracia o verdad absoluta está en el respeto mutuo, la tolerancia y la empatía, aunque no siempre se comparta la misma opinión. Precisamente, esa es la riqueza de la diversidad de un buen debate consensual para evitar caer en discusiones innecesarias.
Compartir las ideas con el mundo sin miedo ni importancia a que te plagien. Podrán plagiarnos, y está mal, pero aunque alguien plagie una idea solo se queda con la estructura superficial del exterior, el verdadero argumento del “qué”, el “porqué”, el “cuando”, el “donde”, etc, solo lo entiende el auténtico creador del contenido.
Las fotografías más importantes no son las que se pueden ver o compartir, sino aquellas imágenes que residen en la imaginación, memoria ideática (creo que se llama). Porque aunque no tengas pruebas físicas, siempre tendrás el sentimiento interior de transmitir aquello que has vivido aunque no sea con palabras.
Esperar siempre cosas buenas de los demás mejora la actitud y la salud mental, en lugar de estar pensando o posicionándose siempre en lo peor, además de que focalizar la atención en lo que deseamos o esperamos conspira al universo a favor nuestro. De ahí la importancia a focalizarse en cosas positivas antes que negativas, porque nunca dejan de pasar cosas, y nuestra mente percibe aquellas en las que se centra antes que las que pasa por alto, para bien y para mal.
Hay que ignorar las situaciones irrelevantes como las críticas sin fundamentos que no aportan nada constructivo. Ni siquiera merece la pena darle importancia, porque la mayoría de personas que no saben canalizar su voluntad, se dejarán llevar por sus frustraciones para “imponer” sus opiniones no consentidas sobre los demás, especialmente sobre quienes saben canalizar su voluntad para hacer cosas, con la intención de destruirles para no sentirse inferiores y estar al mismo nivel absorbiendo esa voluntad que no saben tener por sí mismos.
No entrar al trapo de las discusiones sin pies ni cabeza. A la gente sin escrúpulos le gusta hablar más que actuar y destripar el trabajo de los demás, sin valorar las verdaderas intenciones. Lo mejor es; “calla chucho que no te escucho”.
La mejor terapia que cura todos los males es la sonrisa y, además, es gratis. La risoterapia está comprobada que se caracteriza por ser la parte del cuerpo que mueve más músculos con el menor esfuerzo, y además no hace falta pagar por ello.
Los intereses personales como el egoísmo son el cuñado feo de los prejuicios y malos compañeros de las relaciones sociales porque, está muy bien conseguir propósitos pero, al fin y al cabo, sino puedes compartirlos con nadie, ¿de qué sirve lograrlos? Almacenar conocimientos que no podemos transmitir es como el síndrome de Diógenes de los conocimientos, vamos acumulando “basura mental” que no disfrutamos al 100% y que tampoco podremos llevarnos eternamente con nosotros.
La crítica destructiva es el peor enemigo de la salud mental y de las relaciones sociales, porque no aportan nada y solo consumen al que las suelta y al que las recibe si no saben gestionarlas adecuadamente. Realmente, una crítica destructiva no deja de ser el propio reflejo de quién la expone para destacar sus propios miedos extrapolados a los demás para liberarse de semejante carga, perdiendo toda credibilidad proporcionalmente al volumen de las emociones o voces expresadas materialmente. Es una gran carga solo capaz de liberarse y gestionarse adecuadamente utilizando la meditación.
No hay que permitir la critica ajena delante nuestro, incluso aunque no vaya con nosotros o nos compadezcamos de quién la expresa por empatía equívoca. Todo el mundo tiene sentimientos y sus actos intenciones justificados, siempre y cuando sean constructivos, de lo contrario y hasta que no tengamos un consenso social mayoritario, es mejor ser prudentes.
Sentir envidia por las consecuciones ajenas puede ser normal hasta cierto punto, hay que alegrarse siempre de que los demás logren sus metas de la misma manera que nos alegraríamos, o nos gusta que se alegren los demás, por nuestras metas conseguidas. En lugar de sentir rabia o envidia por los demás, hay que aprovechar ese sentimiento para superar nuestros límites aprendiendo a gestionarlos para alcanzar nuestras metas.
Ignorar los ataques verbales de la misma manera que las críticas deconstructivas. Como cuenta la leyenda nipona sobre los ataques; con los insultos y aspectos negativos ocurre lo mismo que con los regalos, se los queda quién los ofrece si son rechazados.
Ser prudente sin escatimar en relaciones compartiendo y desbordando alegría como si no hubiera mañana, pero con cautela de quién puede tergiversar la situación para sacar partido de tu alegría. No tenemos que apenarnos ni sentirnos mal por librarnos del apego, hay que tener en cuenta que las relaciones o situaciones sanas están libres de apego, de lo contrario nunca fueron sanas o no estuvieron lo suficientemente preparadas para afrontar lo que se comprometieron superficialmente.