El mejor insulto de mi vida

El insulto que más me marcó cuando me hacían bulling en el colegio, fue una vez que alguien me dijo, de manera peyorativa, que no tenía personalidad por dejarme abrumar tan fácilmente con las insinuaciones violentas. 

Apenas recuerdo quién me lo dijo, porque llegó un momento en que me convertí en el centro de atención, o «el rarito” de la clase y del colegio por ser considerado diferente.

Tampoco tiene importancia recordar a personas no resueltas que proyectan sus inseguridades o falsas creencias con abuso de poder o de palabra para estigmatizar a quien consideran ‘el rarito’ como si trataran de reconvertirlo en una colmena de zánganos. 

A veces, que te peguen en el colegio es buena señal,

porque aprendes a desarrollar el instinto primitivo.

Y con los insultos y vejaciones, pasa algo parecido, son como los regalos, se los queda el emisor si no son aceptamos. Pero, con la insinuación de la falta de personalidad fue diferente, porque es evidente que tenía razón, pero tampoco era el único (obviamente para la edad que teníamos). 

Al margen de la falta de experiencia por edad, en mi caso, como la mayoría de víctimas, se trataba de baja autoestima. En el caso de mi abusón, como la mayoría de abusones, es evidente que se trataba de un falso exceso de confianza arrogante para aparentar la misma falta de experiencia por edad. 

Me costó años comprender esto, por eso el mejor consejo es la experiencia y ese siempre llega tarde. Pero me sirvió para tomar conciencia por naturaleza y sobrevivir a mi ritmo, alejándome de lo que duele por muchas falsas promesas que me hicieran y escuchando mi intuición, gracias a los principios que me inculcaron en casa, demuestra que al margen de la inexperiencia y la marginación social, no era tan inmaduro como me hacían creer. 

Ese instinto resiliente que me hizo salir adelante cuando menos confianza tenía y más lo necesitaba, es la capacidad de superación y evolución que tenemos todos por naturaleza, aunque se encuentre dormida por la influencia mediática del exterior. Nadie nace aprendido, pero todos tenemos las mismas responsabilidades para sobrevivir. 

En mi caso, me ha costado casi 20 años cicatrizar la herida emocional del rechazo, causada por el bulling de la infancia, mayormente por esa vergüenza que nos inflige la sociedad no resuelta. En realidad, debería ser al revés quién sintiera vergüenza, pero este hecho ya es una señal de discernimiento claro que las apariencias suelen engañar.

«La adversidad tiene el don de despertar talentos que

en la comodidad hubieran permanecido dormidos».

By Horacio

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