Cuando viajamos la postura más cómoda resulta levantar tanta controversia como la fuente de cada perspectiva, no os preocupéis que no os voy a vender la moto, ante todo podéis verificarlo con vuestra propia experiencia. De todas formas, tampoco tengo que venderos nada que no haya reflexionado previamente, la experiencia es un grado y quién no se lo crea es porque no lo ha experimentado, algo más sencillo y gratuito como la experiencia propia.
El caso es que de jóvenes cualquiera nos sentamos en cualquier momento y en cualquier parte en el suelo, sin sufrir molestias corporales. Pero cuando nos hacemos mayores la cosa cambia ¿en serio, de verdad cambia o somos nosotros los que cambiamos? Pues me vaís a perdonar, pero no, la cosa no cambia, somos nosotros que cambiamos, o mejor dicho, que nos atrofiamos como una bisagra oxidada por falta de mantenimiento. Y mi fuente se remonta a los hábitos orientales, en donde llevan usando su cuerpo para todas las posturas siendo una de las sociedades más longevas del mundo a consecuencia de ello precisamente.
Viajando en bicicleta precisamente no hay mucho especia para los “porsiacaso” y una silla puede ser motivo de controversia para los más comodoros, especialmente a medida que pasan los años. Personalmente, siempre he prescindido de llevar asiento como tal, usando los recursos que me proporciona el medio; una roca, un banco, la hierba, mi propia esterilla, etc. Es cierto, que hay días y días, en lo que te levantas más o menos en forma y hay días en que cuesta levantarse un poco más del suelo. Sentarse un poco menos, porque te dejas caer y de ahí no pasas y haber luego como te levantas.
El caso es que, con la edad sobretodo me he planteado más de una vez agenciarme con algia silla plegable y ligera pero; ofú… que caras son, con eso de mantener las marcas a costa de gastar la propia. Y durante mucho tiempo lo tuve en la lista de los materiales pendientes, hasta que caí en la cuenta de que; ¿realmente es necesario un “reposatraseros” artificial o solo es un “porsicaso” a gustos del consumidor? Y efectivamente, llegué a la conclusión que es “porsiacaso” innecesario, gracias a la filosofía oriental.
Resulta que, como bien es sabido, en Oriente hasta la personas mayores se sientan sobre sus propias rodillas y en cuclillas, el ejercicio en sí ya es un ejercicio para mantener la flexibilidad y más barato que apuntarse a clases de yoga. Así que seguiré en coherencia con el minimalismo del equipaje y deportivo de mis viajes en bicicleta.
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