En 1954 se levantó a orillas del Cantábrico, cerca de Gijón, una ciudad turística modélica. Fue en Perlora. Contaba con campo de fútbol, parques para niños, restaurantes comercios, acceso a las playas, diversiones y, sobre todo, chalets.
Los veraneantes eran trabajadores que, por un módico precio de 15 pesetas por persona, podían pasar las mejores vacaciones de su vida con desayuno, comida, merienda y cena, cuatro comidas, repartidos en 300 chalets.
El complejo se podía considerar como el club náutico de los trabajadores, promovido en 1954 por la Obra Sindical de Educación y Descanso de los sindicatos verticales franquistas “bajo el impulso decidido de Servando Sánchez Eguíbar, Delegado Provincial de Sindicatos”, según se lee en la página oficial del Principado de Asturias.
La idea era colmar el ocio de los trabajadores de las principales empresas públicas encuadradas en el INI: Ensidesa (que estaba en Avilés y Gijón), Encasur, Bazán, Endesa, Hunosa, etc. Aquí se estaba fenomenal, eran veraneantes principalmente de zonas del resto de España que venían a estar en la playa, y lo tenían casi todo: bares, comercios, playa, campo, etc.
Curiosamente, no se podía circular en bicicleta en las zonas verdes, ni estaban permitidos animales de compañía, tampoco se podían hacer picnics, fuegos, ni barbacoas. Las motos estaban prohibidas. Como ciudad de vacaciones obrera, era uno de los paraísos estivales más espléndido del mundo. Porque en lugar de hacinar a los veraneantes en edificios-colmena, los distribuía horizontalmente a lo largo de chalets-jardín, dentro de un complejo que ocupaba 20 hectáreas bañadas por tres playas: Huelgues, Carranqués y La Isla.
El complejo contaba con un gran establecimiento central, la Residencia “Jacobo Campuzano”, además de comedores y cocinas, lavandería, capilla, tiendas y otras áreas comunes. La financiación corrió a cargo de Ayuntamientos, Cajas de Ahorros y sobre todo de empresas asturianas: Ensidesa y Hunosa, y las cuotas de trabajadores de las grandes empresas asturianas.
A la Ciudad Vacacional de Perlora se podía llegar por la línea de tren de vía estrecha Gijón – Cudillero y por la carretera A-239. Su mayor esplendor en auge fue en los años 60 y 70, los veraneantes llegaban por turnos y la ciudad vacacional tenía actividad todo el año con una población flotante de 2.000 personas. No solo daban trabajo a la plantilla de la ciudad vacacional, sino a toda la zona de Perlora y Candás.
Pero a partir de los 90 comenzó su declive, sostener esa ciudad vacacional era muy caro para el Principado de Asturias y el Estado se quedó sin dinero, así que decidieron cerrar y privatizar el complejo en 2006. Los trabajadores que aún permanecían en el complejo iniciaron movilizaciones, a esperas de iniciar las obras en 2008, pero con el paso de los años no hubo acuerdo entre el Principado y el consorcio de empresas privadas. Los trabajadores acabaron abandonando Perlora, la vida se abrió camino y actualmente lo que queda de la famosa ciudad vacacional son chalets abandonados, engullidos por la naturaleza del lugar.
Sería una lastima dejar perder la oportunidad de restaurar el complejo antes de que se eche a perder del todo, podría mezclarse el turismo vacacional y convertirlo en un complejo dogfriendly con albergues para peregrinos del Camino de Santiago, a su paso por las variantes del Norte, y para aventureros nómadas. Sería una inversión enorme que seguro se vería amortizada con creces y beneficiada para todos.
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