Poder o Deber, he ahí la cuestión… dos conceptos que pueden dar lugar a dudas, dependiendo el criterio que se tenga según las ambiciones de cada sujeto, variando o cambiando bastante el significado de uno o varios contextos concretos. Llegando a marcar la diferencia entre los distintos tipos de actitud para alcanzar nuestras metas.

No estoy hablando de un “poder” en circunstancias de fuerza o de superioridad, sino, al “poder” que requiere de una facultad moral para potenciar hacer determinadas acciones o movimientos por voluntad y devoción propia. Incluso, las responsabilidades prioritarias resultan menos tediosas y pueden resultar como un reto de superación personal.

Sin embargo, el “deber” trata más como una obligación de realizar dichas acciones o movimientos como una responsabilidad prioritaria si o si. Puede estar causada por motivaciones morales o legales, ya sea una acción de nuestra rutina diaria para desempeñar cualquier tarea responsable, o de un colectivo en concreto para ceñirse a la normativa vigente de convivencia (comunidad de vecinos, reunión de amigos, reunión de trabajo, instituciones que crean las leyes, etc.).

La confusión de ambos conceptos, puede dar lugar a un conflicto moral entre “poder hacer” y/o “deber hacer” dependiendo de los intereses o responsabilidades del sujeto, en ocasiones también puede interferir el “querer hacer” creando más indecisión si cabe, sino se tienen claras las prioridades. La decisión final vendría dada por el poder de la elección.

Teniendo claro la diferencia entre estos dos conceptos, según nuestras ambiciones, podemos llegar a marcar una gran diferencia en el resultado obtenido de nuestras metas, personales o profesionales.