Limitaciones jerárquicas

Existen millones de jerarquías que podamos imaginarnos, tanto como etiquetas sociales, para catalogar organizando los diferentes tipos de carácter. Pero, la única y genuina por naturaleza es el orden de existencia de las cosas y el orden sanguíneo entre generaciones. Por orden de existencia es obvio que todo tiene un principio y un final. Y por orden sanguíneo, la jerarquía ayuda a marcar unas pautas de aprendizaje de los más experimentados (maestros, tutores, progenitores, etc) sobre los menos experimentados (aprendices, hijos, adopciones, etc).

La jerarquía funciona para organizar el orden experimental de las cosas o las especies, pero en exceso puede resultar contraproducente. Por eso, el resto de jerarquías que puedan aplicarse están de más, solo limitan nuestras posibilidades, para no salir de la zona de confort con la justificación de no exponernos a peligros innecesarios.

El conocimiento sobre las jerarquías no exime de su existencia pues, en parte, son necesarias para la organización estructural de uno o varios objetivos, especialmente trabajando socialmente en equipo. Pero los excesos de autoridad pueden desembocar o encubrir abusos de carácter emocional y limitando, por tanto, exponencialmente nuestras relaciones sociales y desarrollo personal o profesional. Por lo que no hay que darle tanta importancia a los roles de autoridad o aprender a gestionar las emociones para que no nos afecten más de lo debido el abuso indebido contra los derechos ajenos porque, al margen de cada determinada tarea y status social, todas las especies no contamos más que con nuestros únicos respectivos derechos de superviviencia.

Por ejemplo, tener superiores es necesario para dirigir y cooperar por cuenta ajena, los subordinados pueden a su vez tener autoridad sobre otros subordinados y así hasta el último subordinado o el primer mandatario de la cadena de cooperación en un grupo social, empresa, organizaciones, etc. Pero absolutamente todos, independientemente de sus funciones, cuentan con criterio propio y diferentes habilidades que los hacen únicos y particulares, tanto en equipo como individualmente. Tan solo hay que diferenciar el contexto para aplicar las habilidades necesarias en cada determinado momento; autoridad, sumisión, dirección, cooperación, etc. sin menospreciar ni juzgar que el resto de individuos sean mejor o peor por estar un eslabón por encima o por debajo. Porque absolutamente todos los individuos cuenta con la capacidad de seguir sus propias intuiciones y el derecho a ejercerlas cuando crean conveniente, dependiendo del contexto en el momento y lugar adecuados, la única posibilidad de aceptar un juicio diferente debe ser bajo el consentimiento del implicado/s.

Pero no todas limitaciones dependen de la sociedad ajena a nosotros mismos, sino que, además, podemos influir en como queremos que se nos determine en función de nuestro carácter y habilidades, haciendose uso de una actitud correcta en cada momento, con la mayor precisión posible. Esto no es sencillo, pero tampoco es tan difícil como la pereza nos haga divagar, tan solo se requiere voluntad y las ideas claras, firmes y conscisas. Hacer una lista con nuestros limites y tareas programadas es de vital ayuda para focalizar el objetivo.

¿Hasta que punto es sano limitar o etiquetar las personas, animales o cosas para inventariar su estructura organizativa?

¿Podemos ser los dueños de lo que llaman nuestro destino?

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