Hay personas que te prometen la luna, que te dicen que vayas con cautela, sin prisa pero sin pausa porque siempre te han esperado y siempre te esperarán. Pero, a la hora de la verdad, se desenmascaran por sus acciones disfrazadas de buenas intenciones, justificándose que hay que vivir la vida al límite para que no se les pase el arroz, y lo único que se les pasa es la vida.

Y te acusarán a ti de no haber estado a la altura de unas circunstancias que un día se comprometieron, porque decían que no necesitaban nada más para ser felices, nada por lo que posteriormente te dejaron tirado y con las ilusiones puestas en algo que era una ilusión de verdad. Esa clase de personas, narcisistas y aparentemente conformistas, son las que nunca se conformarán con nada porque no saben valorar lo que dicen valorar, al no haber aprendido la regla más básica de la vida, saber amarse a sí mismo. 

El verdadero amor está en los pequeños detalles de valorar y estar en paz con uno mismo, transmitiendo esa misma paz al resto de personas o cosas con quienes convives y transcurre el resto de la vida sin complicaciones porque hay un equilibrio, respeto mutuo.

Por este mismo motivo tan básico, tan fácil pero, a la vez, tan complejo de aplicar, no existen más límites que los prejuicios de nuestra mente. Así nos hayan enseñado en nuestro entorno para tener una mente receptiva para aceptar los cambios, luchar por ellos y no aferrarse a partir de ciertos límites, asi viviremos más en paz y armonía con la naturaleza.