Cada seis meses, una vez en marzo y otra en septiembre, un equinoccio divide el día de la Tierra casi por la mitad, dándonos unas 12 horas de luz y 12 de noche.
Sobre el 20 de marzo, el equinoccio de vernal señalará la llegada de la primavera para el hemisferio norte. Luego, el 22 de septiembre de 2024, la naturaleza nos traerá de nuevo el equinoccio otoñal, el momento del año que da paso al otoño en el Norte. Esas fechas se intercambian por los equinoccios invernales y otoñales en el hemisferio sur.
El inicio de la primavera es la época del año en que la longitud del día se alarga más rápidamente. A las latitudes de la península, el Sol sale por las mañanas más de un minuto antes que el día anterior, y por la tarde se pone más de un minuto después. Como consecuencia, al inicio de la primavera, el tiempo en que el Sol está por encima del horizonte aumenta casi tres minutos cada día.
Nuestro planeta orbita normalmente alrededor del sol con una inclinación de 23,5 grados, lo que significa que los hemisferios se intercambian para recibir más calor del sol. Dos veces al año, la órbita de la Tierra y su inclinación axial se combinan para que el sol se sitúe justo por encima del Ecuador de la Tierra, trazando la línea divisoria entre las partes claras y oscuras del planeta (el llamado terminador o zona crepuscular) a través de los polos norte y sur.
Los solsticios marcan la llegada no oficial del invierno y el cambio de las estaciones junto con los equinoccios de primavera y verano, ocurren a la vez en todo el mundo sobre el 21 de Junio, aunque las horas locales varían.
Los solsticios ocurren porque el eje de rotación de la Tierra está inclinado unos 23,4 grados respecto a la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Esta inclinación provoca las estaciones de nuestro planeta, ya que los hemisferios norte y sur reciben cantidades desiguales de luz solar a lo largo de un año. Desde marzo a septiembre, el hemisferio norte está más inclinado hacia el Sol, lo que da lugar a la primavera y el verano. De septiembre a marzo, el hemisferio norte está más alejado, de ahí que ocurran el otoño y el invierno. En el hemisferio sur, las estaciones van a la inversa.
La inclinación axial de la Tierra desempeña un papel mucho más grande que su órbita casi circular a la hora de gobernar las estaciones anuales. La Tierra realiza su máximo acercamiento anual al Sol casi dos semanas después del solsticio de diciembre, durante el invierno del hemisferio norte. La Tierra está más alejada del Sol casi dos semanas después del solsticio de junio, durante el verano del hemisferio norte.
Todos los planetas, en todas las galaxias, tienen los mismos ciclos estacionales producidos por los solsticios y equinoccios, con variaciones de tiempo, tanto a nivel local como global, por la distancia respectiva del sol hacia cada planeta y la angulación proporcional por dicha distancia.
A lo largo de los años se han generado todo tipo de hipótesis sobre el motivo de estos fenómenos, y se han descartado los mitos que sea por el tiempo necesario que necesitan los planetas para enfriarse o calentarse o la ralentización de los mismos.
No obstante, es evidente que los planetas necesitan un período de calefacción y enfriamiento, la ralentización del tiempo a lo largo de los años, son fenómenos provocados por las consecuencias del desgaste natural de la energía y la materia que nos envuelve y cambia de forma tal y como la conocemos, dando lugar a otras formaciones o destrucciones con sus respectivos cambios de ciclos y todo lo que conlleva en la climatología de los planetas.
En lo que refiere a nuestro planeta, la Tierra, se ha tenido en cuenta que el día más largo desde la década de ocurrió en algún momento de 1912. Duró menos de cuatro milisegundos más que la media reciente. También, como consecuencia de las líneas de crecimiento de los fósiles de corales, demuestran que hace más de 400 millones de años, los días en la Tierra duraban menos de 22 hrs.
Para más información sobre los fenómenos astronómicos del año se puede consultar el Anuario del Observatorio Astronómico, que publica el Instituto Geográfico Nacional.
Información proporcionada por el Observatorio Astronómico Nacional (IGN, Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible). Se autoriza la reproducción total o parcial citando su procedencia.

Por otro lado, volviendo al tema del cambio horario como solución racional a los hábitos racionales humanos y tratando de evitar ese jetlag que provoca los cambios psicosomáticos en dichos hábitos del progreso humanizado, quiero terminar el post haciendo una reflexión hipotética desde una perspectiva natural de las cosas, diría que modificar el horario para readaptarnos a los cambios que nos provee la sabia naturaleza es un proceso antinatural a contracorriente que más que favorecernos tanto como creemos, debe tener hasta efectos contraproducentes que (aparentemente) desconoce la sociedad humana.
Desde hace algún tiempo ya se está cuestionando la fiabilidad del cambio de hora, si se trata realmente un ahorro energía o una excusa con interés socio político oculto. Lo cierto es que, siguiendo con la reflexión más objetivamente basándonos en los patrones cognitivos del ser humano, es posible que en origen tenga buenas intenciones y con el desarrollo del progreso no solo ya no sea tan necesarias las mismas medidas sino que, además, se ha convertido en un patrón narcisista para obtener interés ocultos típico de los narcisistas.
Como todas las cosas, el cambio de hora tiene sus pros y contras. Por un lado parece coordinar la globalización del sistema pero, por otro lado, no amanece ni anochece a gusto de todos. Tanto es así que en algunos países no cambian de horario o disponen de su propio sistema horario, como es el caso de Rusia, Turquía o Bielorrusía y Paraguay, Chile en el Sudamericano. Aunque, desde 2019, se está estudiando en el Congreso Europeo la ley de derogación del cambio horario, por el momento el resto del continente Europeo, los 27 países están obligados a modificar el cambio estacional, al menos hasta el 25 de octubre de 2026, según refleja el BOE de España.
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