El equipaje y el calzado son dos de las cosas esenciales que más incertidumbre observo que provocan en la mayoría de gente que trata de reunir información para preparar cualquier viaje y, especialmente, para las grandes aventuras en el medio natural.
Siempre digo que los cinco sentidos o habilidades más imprescindibles que merece invertir sin reparo económico son; la vista, el tacto, el gusto, el oído y el olfato.
Precisamente, la ropa y el calzado son dos de los esenciales más importantes pero subjetivos para pedir y dar consejos a la hora de escoger los más indicados, porque su aplicación puede variar bastante en función de la experiencia, necesidad y adaptación de cada viajero. Incluído las necesidades de nuestros animales convivientes.
Partiendo desde la inexperiencia, no hay que generalizar cualquier prenda de largo es para tiempo frío o de corto para tiempo cálido, hay matices que intercalar según el metabolismo de cada persona.
No todo el mundo irradia la misma temperatura corporal aunque se encuentre en las mismas condiciones temporales. Puede variar en función de la edad, estatura, la condición física, el metabolismo corporal, crisis psicosomáticas temporales o permanentes, la calidad de las prendas, etc. Y con las zapatillas pasa tres cuartos de lo mismo según el tamaño y la forma de los pies, posibles lesiones y/o lesiones congénitas, necesidades podólogas, plantillas, forma del arco de los pies, transpiración metabólica, etc.
Es por eso que, no me gusta dar recomendaciones de marcas o detalles concretos, precisamente, porque ante la diversidad de habilidades o disfuncionales, la variedad de competencias es una ventaja para que a nadie le falte de nada a la hora de emprender una actividad.
Por lo que, únicamente, me limito a recomendar aquello que a mí me funciona para mis intereses y que, como mucho, podría irle bien a quienes se sientan identificados con los mismos intereses, respetando las diferencias que puedan obligar a modificar algunos aspectos más personales en la medida de cada uno.
En ocasiones es normal sentir cierta efusividad por el uso que damos a nuestros intereses, especialmente cuanto más jóvenes y a medida que vamos cumpliendo experiencias, aprendemos (o deberíamos aprender) a ser más objetivos y funcionales con las prácticas.
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