Como ya escribí anteriormente, sobre las diferencias entre aprendiz de toda la vida y estudiante de manual, en esta ocasión quiero reflexionar sobre la importancia de la documentación que constata dicho aprendizaje al respecto, y si es estrictamente necesario o está de más.
Lo cierto, es que, partiendo de la base de que el ser humano tiene la necesidad social de hacer público sus logros o resultados, incluso antes de llevarlos a cabo, no es de extrañar que se inventaran los títulos diplomáticos, universitarios o educativos para demostrar unos conocimientos que se deben demostrar con hechos y con pasión, más que con palabras.
Por supuesto, sin merecer la documentación que acredita unos conocimientos estudiados durante años, hay que matizar las necesidades y los usos. Distinguiendo, básicamente, dos tipos de documentación. Por un lado están los estudios científicos que constatan el descubrimiento de ciertos hechos para transmitirlos a las siguientes generaciones, en forma de manuales o libros de texto, o digitales actualmente con las nuevas tecnologías. Y por otro lado, están las titulaciones a título personal que constata quién ha realizado dichos estudios.
Sin embargo, los aprendices de toda la vida no suelen disponer de documentación acreditativa como tal, porque su conocimiento está basado más en la experiencia del momento, según van viviendo o encontrándose con los obstáculos, van resolviendo los problemas y transmitiéndolos a la siguiente generación, generalmente por vía oral, o sea, de palabra.
Normalmente, los títulos acreditativos han estado asociados durante años a los nobles, que disponían de más recursos para realizar cualquier detalle, y los aprendices solían estar asociados más con los campesinos que por analfabetismo o pobreza, no disponían de tantos recursos para pulir los detalles. Sin embargo, la falta de recursos o pobreza no era impedimento para sumar experiencia y desarrollando otro tipo de habilidades como la fuerza física y el ingenio para sobrevivir. Lo cual, no podía decirse de la nobleza, el hecho de contar con más recursos o detalles para pulir sus estudios, carecían de las habilidades físicas porque su supervivencia no dependía de ello. Lógica teoría de la evolución de Darwin.
Hasta llegar al siglo XXI, en la cual, actualmente más que evolucionar parece que hayamos involucionado en ciertos aspectos del conocimiento. Y en parte, es normal. Aunque parezca que ya esté casi todo inventado, todavía queda mucho que observar, en lugar de seguir observando lo que los antiguos ya observaron para abrirnos el camino de la ciencia. Podemos seguir aprendiendo sin perder esa chispa de pasión como el primer día. En lugar de estancarnos quejándonos durante el proceso de evolución y enumerar los logros que aún no hemos conseguido, o que es peor, cuando ya los hemos conseguido. Lograr un logro no sirve de nada si lo dejamos almacenado y dejamos de practicarlo. Los logros y las costumbres son como el amor o el fuego, hay que practicarlo y avivarlo a diario para que no se apague. Si se apaga el fuego de la motivación, corremos el riesgo de entrar en una rutina más ardiente que el propio infierno.
Por eso mismo, sin menospreciar la labor y las habilidades de cada grupo social, el que realmente muestra mérito de concienciar y trabajar con resultados efectivos, es el aprendiz vocacional. Porque, si te cuentan algo lo más probable es que lo olvides, pero si lo experimentas lo aprendes por siempre.
Evidentemente, también, adquirir conocimientos a través de la experiencia tampoco conlleva aprender la sabiduría de la noche a la mañana. De la misma manera que el estudio lleva un proceso de aprendizaje a través de la memoria, la experiencia también lleva un proceso para digerir el conocimiento a través de los actos y de los años, a base de borrones y cuentas nuevas hasta lograr la plantilla definitiva y, en ocasiones, aproximada. Al margen del tiempo de aprendizaje, con la vocación se amortiza mejor el tiempo, ya que pone en práctica la experiencia a la vez que adquiero los conocimiento, mientras que el aprendizaje de manual pierde un tiempo valiosísimo en absorber el conocimiento que luego debe invertir otro tanto de tiempo en aplicarlo. Lo cierto, es que, la diferencia que marca los resultados se determina en ese espacio de tiempo entre absorber el conocimiento y aplicar la sabiduría para obtener la experiencia.
En definitiva, estudiar de manual y/o aprender de vocación es igual de positivo y constructivo para reciclar las habilidades, personales y/o profesionales, de manera habitual. Hay que formarse siempre de la manera que sea con el simple objetivo de sumar conocimiento, independientemente de obtener un documento acreditativo o no, porque todo suma, para bien o para mal. Los títulos acreditativos están muy bien para la sociedad de consumo materialista y dubitativa, pero en la sociedad realista y constructiva importan los hechos eficientes, rápidos y prácticos.
Educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar se necesita saber, en cambio para educar se necesita ser. ✨🥷 #ReflexionesNinja
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