Quiero dedicar unas palabras para todas aquellas personas que hayan pasado o estén pasando por alguna situación saludable complicada y una reflexión para quienes visibilizan puntualmente en ciertas ocasiones, cayendo en el olvido el resto de días.

Sin caer en etiquetas concretas, porque es mi opinión subjetiva lo más objetiva posible,  las enfermedades forman parte del ciclo de vida, a veces con resultado satisfactorio y otras no tanto. Y, sobre todo, sin más ánimo que el de alentar a todos los luchadores, ganen o pierdan, porque lo más importante no es el reconocimiento en sí, sino el de encontrar el sentido de ser lo más intenso posible, dure lo que dure o termine como termine, concienciandose de la vida sin miedo a la muerte cada día, sin más manifestaciones que la lucha introspectiva de cada uno. ‬

Por supuesto, no estoy diciendo que no haya que visibilizarlo, pero de hacerlo que sea con un poco más de sensibilización y consciencia. Especialmente si se trata para fomentar el desarrollo de la ciencia para nuevos tratamientos que ayuden a sobrellevar el dolor o la cura, esa es la finalidad objetiva. Porque, bajo mi punto de vista, tampoco debería celebrarse como algo inaudito, sino como algo mucho más normalizado de lo que aparenta estar.

El mejor reconocimiento para un “enfermo crónico” no debería ser el de tratarle entre algodones, para eso ya están los hospitales, sino de sentirse como un “de igual a igual” sin miradas ni opiniones no consentidas discretamente hasta su pronta recuperación o descanso eternamente. ‬Normalizar depende de todos y depende, sobre todo, de más demostrar con acciones que digan más que las palabras.