Una de las cosas más importantes que existe en el transcurso de la vida es la actitud. Para poder afrontar, tarde o temprano y de la mejor manera posible, las adversidades que nos fortalecen como seres vivos, adquiriendo conocimientos, para desarrollarnos durante nuestra existencia.
En estos tiempos que corren, donde reina la histeria y el desconocimiento manipulado por los gobiernos, es donde más hincapié hay que hacer en tener voluntad de autocritica y reflexión para pensar por nosotros mismos. Que no es lo mismo que escuchar campanadas y predicarlo como si fuera nuestra propia opinión, no. Se puede escuchar campanadas o quedarse con un poco de aquí, otro poco de allí, y a partir de ahí documentarse, informarse, observar y mostrar interés, aplicando nuestra propia huella reflexionando y cuestionando si es necesario las veces que haga falta para sacar nuestras propias conclusiones y debatirlo en colectivamente para llegar a un consenso cuando sea oportuno.
Evidentemente no digo que haya que desobedecer órdenes directas de los superiores o de los estados de derecho, que se supone que velan siempre por los intereses de sus súbditos, ni muchísimo menos. Sino que se trata de saber aplicar la lógica en determinados momentos, según lo que toque, para anticiparse a los problemas o al caos más absoluto, dando preferencia u organizando de manera ordenada sin escatimar en necesidades básicas pero sin excesos y, sobre todo, sin que cunda el pánico. Porque, de lo contrario, seguiremos viviendo en mundo condenado a ser manipulados, para bien y para mal según los intereses ajenos, tratándonos como si estuviéramos en la guardaderia que es, en parte, como lo habremos permitido.
Se puede continuar “haciendo vida normal” incluso dentro de la anormalidad por el estado de alerta de ciertas circunstancias que afectan la cotidianidad de un país, reinventándo o recuperando costumbres y echándole imaginación en la medida y las necesidades de cada uno.
Está claro que hay circunstancias más o menos favorables o agradables en la vida, pero con la actitud correcta, incluso en los peores momentos, se puede aprender de lo que no hay que hacer y, en el transcurso, aplicar el esfuerzo para validar nuestra voluntad. Porque está claro que, por mucha filosofía y buenas intenciones que tengamos, no sirve de nada si no pasamos a la acción. La filosofía sirve para accionar la motivación y el plan de acción, a partir de ahí hay que accionar la unidad motora físicamente.
Al margen del contexto natural de las adversidades, quisiera hacer una reflexión en otro contexto menos natural y más injusto, no por ello para perder la compostura pero si para no perderla cuando más difícil sea. Es evidente que existe ciertas manipulaciones genéticas, experimentos científicos o, incluso, tráfico ilegal de animales por las mafias gubernamentales y sus cómplices furtivos. La verdad, no tengo palabras para definir semejantes atrocidades perversas que pueden pasar, por la mente de un humano, para llegar a semejante nivel con el fin de… ¿poder? ¿dinero? ¿reconocimiento? ¿maldad por diversión? sobran las palabras… pero lo que si quiero decir, si algo podemos aportar, la gente de a pie, el pueblo, es contribuir lo menos posible, tanto en reacciones negativas de nuestras emociones (aunque hayan motivos) aprendiendo a controlarlas mediante la meditación y la introspección. Lo mejor es morderse la lengua, dejando que el tiempo juzgue con su paso y el universo conspire en función de las acciones de cada uno.
Tengamos fe… quiero decir, voluntad!