Presos Sociales

Me gustaría hacer una reflexión introspectiva sobre la locura. Normalmente existe el prejuicio o el estigma de encasillar como “locos” a las personas con comportamientos o prácticas poco ortodoxos, justificándolas como prácticas anárquicas que generan todo tipo de etiquetas o “enfermedades” por salirse de la norma o el contexto estipulado como “normal” dentro del ámbito de la salud mental y que pueden repercutir en lo físico.

¿Pero qué es ser “normal”? ¿Seguir unas pautas de convivencia según un marco social o legal?

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No soy especialista médico ni me considero un gurú, pero es algo tan básico como pararse a observar los pequeños detalles, los comportamientos, las acciones a medio y largo plazo, para concluir sin muchos más detalles ni prejuicio en lo que mejor nos convenga sin intervenir negativamente en decisiones ajenas.

Cada persona es diferente y genuina por naturaleza, esa la mejor virtud para aportar su granito en sociedad. Pero por otro lado, según el contexto social o legal se genera una serie de pautas, necesarias hasta cierto límite, para organizar a la multitud de un mismo círculo en común. Hasta ahí bien, el problema viene cuando se inculcan por obligación ciertas directrices para integrarse en dicho círculo, justificando los argumentos proporcionalmente a la antigüedad de dichas pautas y directrices por el simple hecho que siempre han funcionado. Quizá si que hayan funcionado, y sigan funcionando si nadie lo impide o aporta otra perspectiva que pueda mejorar o evolucionar la calidad de dichas directrices. La personas, por naturaleza, como cualquier ser vivo razonable tienden a ser más diversas que al solo hecho de pertenecer a un solo círculo, pero también corren el riesgo de quedarse encasillados en único hábito inculcado por costumbre, y así es como se crean las prácticas educativas, para bien o para mal.

De la misma forma ocurre con las personas manipuladas por un tipo de pensamiento o ideología, realmente, las personas son libres de pensar y así lo demuestran, solo que expresan lo que piensan en función de las costumbres que les han enseñado, han visto, se han criado, etc. Nadie tiene suficiente potestad para ejercer influencia sobre nadie, todo el mundo a partir de cierta edad tiene suficiente conocimiento de elección basado en sus preferencias, intereses, costumbres, etc. O sea que, redundantemente, somos libres de pensamiento pero a la vez somos presos de nuestras costumbres hasta que ocurre algo que nos hace salir de la zona de confort y abrir la mente para estar más receptivos, o viceversa a causa de alguna mala experiencia también que nos reconduce a un mal hábito cognitivo. Entrando de nuevo en el mismo bucle.

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Por lo tanto, no existen personas más listas ni más tontas, ni más enfermas, incluso más guapas o más feas estéticamente, quizá si en la práctica como objeto de las directrices que hayan recibido o se hayan interesado. Pero, en esencia, todo el mundo tiene las mismas capacidades solo que a ritmo diferente de aprendizaje, tanto biológicamente como racionalmente.

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