La reflexión de hoy quiero dedicárselo a todas las mujeres, porque es el género más maravilloso del universo pero, sin ánimo de malinterpretaciones también, el ser más complejo de entender debido a su perfección.
Durante generaciones el sexo femenino ha estado infravalorado e incluso oprimido por las vergüenzas masculinas. Es un tema que, llegado a ciertos límites, como hombre siento vergüenza ajena porque, aunque nadie seamos perfectos, el género masculino aún menos debido a su simpleza, especialmente comparado con el género femenino.
En otro post ya hablé de las cualidades que destacan, para bien y para mal, a ambos sexos. A partir de ahí, quiero centrarme en las cualidades casi perfectas del sexo femenino, por no decir perfectas del todo y sin generalizar, porque siempre hay algún fleco suelto que colea para compensar.
La mujer es, por excelencia, inteligente para bien y para mal, fuerte y valiente a nivel emocional, porque hay que tener mucha templanza para mantener el equilibrio de tanta inteligencia y no caer en soberbia. Aunque su debilidad, por norma general, es la fuerza física que es la habilidad que compensaría el hombre, también por norma general, porque no quita que también existan mujeres físicamente fuertes. Como ejemplo podríamos destacar las grandes atletas deportivas. Pero, cuando coinciden semejantes especímenes, ya sea individual o colectivamente, surge la maquinaria orgánica perfecta; músculos, cerebro, belleza y equilibrio emocional; el pack completo.
Tampoco quita que haya hombres que desarrollen su destreza emocional y equilibren esa misma perfección en el cuerpo masculino, ya que como siempre digo, no se trata de géneros, ni razas, ni credos, sino de personas con sentimientos en común. Pero, ya les dedicaremos un espacio aparte en otro post para no quitar protagonismo al tema principal de este, porque la mujer tiene una habilidad natural que el hombre no podría desarrollar ni queriendo, el aparato reproductor de abrirse camino en la vida. Cierto es que requiere de la colaboración de ambos, pero tras dicha colaboración, la mujer permanece 9 meses de cambios y transformaciones hormonales, tanto físicos como emocionales, que para bien o para mal repercutirán en las decisiones individuales y/o colectivas. Se necesita mucha madurez para obtener y mantener el equilibrio de semejante presión, por lo que creo, sin justificar algunas malas decisiones, quedan excusadas las desintencionadas. De lo contrario, sus actuaciones pueden resultar contraproducentes y egoístas desencadenando o agravando el caos sexista.
Por ello, he llegado a la conclusión que, durante años se ha guardado tal respeto y miedo, desde la simplicidad masculina, hacia dichos poderes de la feminidad que ha llegado a crear un halo de confusión y misterio para protegerse de dichos poderes. Creando falsas leyendas urbanas de brujería y acusaciones, para protegerse sin afrontar la verdad, lo que en realidad la simplicidad masculina le otorga ser el auténtico sexo débil frente el poder emocional de la feminidad, y el poder físico sería solo un escudo protector para protegerse. Lo malo de las leyendas es que con los años se van “convirtiendo en verdad”, por el riesgo de perder la esencia a través de las generaciones, hasta la actualidad en que es evidente la existencia de etiquetas sexistas y fanáticas.
Si estudiamos y analizamos cuidadosamente las diferentes culturas y sus respectivas religiones, podremos observar, salvando las distancias, que en cada una de ellas siempre está presente la feminidad como un fruto prohibido o peligroso. Estas críticas, en realidad, es producto de los miedos y reflejo de la profunda admiración de la simpleza masculina para protegerse ante tal magnitud de poderes complejos que no alcanza a comprender. Por lo que no debería ser tomado en cuenta o personal por un ser tan equilibrado como la mujer, en todo caso como un cumplido y, como mucho, mostrar indiferencia en casos extremos hasta que se aprenda a gestionar las emociones adecuadamente.
Y por ello no soy partidario de usar etiquetas para definir el equilibrio sexual entre géneros alejados de prejuicios y diferencias pero, a la vez, me ayuda a comprender el motivo del porqué se utiliza la denominación feminista para mostrar dichos valores de igualdad entre géneros como representación del poder natural de dicha perfección femenina frente al hombre. Lo malo, es que las mujeres como humanas que son, corren el mismo riesgo de caer en la tentación de oprimir al otro género si no aprenden a equilibrar correctamente las emociones. Y los hombres de seguir en el mismo bucle de las costumbres. Sin ánimo de generalizar, evidentemente, por suerte o por desgracia lo llevamos en los genes de la supervivencia natural entre especies. Tan solo hay que aprender a afinar un poco más el instinto.