Quizá sea cosa de la edad o es que el gusto, tanto el argumento como los trazos, de los dibujos animados se está descontextualizando con los años.
Es una observación que me ha llamado la atención especialmente porque, desde niño, aparte de ver la televisión, me ha cautivado la afición por el arte de dibujar, aunque con los años he perdido afición por la falta de costumbre o cambio de prioridades. Tanto es así, que en mi época sabática de adolescencia me replanteé estudiar diseño gráfico y dibujo técnico. Aunque la siguiente observación fue la causante que, en parte, perdiera la afición y acabará dedicándome a la rama de la informática.
El caso es que, durante los inicios del siglo XXI, observé como una especie de cambio de filosofía en el trazo de los dibujos gráficos. Los dibujos, tal como se conocía (al menos los de mi generación) en los años 80 y 90, solían ser gráficamente bastante rectos con apariencias humanas bastante perfectas respecto a la realidad, salvando las diferencias, con argumentos discretamente educativos sin apenas censura. A raíz del año 2000, los trazos empezaron a redondearse tomando formas, en ocasiones, desproporcionadas con argumentos educativos demasiado sútiles e incluso sin pies ni cabeza en forma de diálogo de besugos. Aunque podría poner títulos con ejemplos prácticos, prefiero no hacer excesiva propaganda para evitar debates innecesarios.
Lo que me lleva a la reflexión que las imágenes gráficas de cada generación corresponden con el tipo de educación que se quiere transmitir en cada determinado momento o según las prácticas sociales que se adoptan en cada momento. Llegando a la conclusión que antaño, de la mejor o peor manera, se cuidaba mejor la transmisión del conocimiento y los valores educativos éticos, mientras que de un tiempo a esta parte, con la expansión del conocimiento se ha ido degradando, poco a poco, la libertad de expresión hasta nuestros días actuales. Y no sé hasta qué punto llegará dicha degradación o si llegaré a verlo.
En conclusión, y desde mi punto de vista, las generaciones o grupos sociales que antaño se quejaban de dictadura y censura deben ser los que ahora reclaman un libertinaje definido como inclusión, censurando los valores de discernir entre el bien y el mal para sobreproteger a las nuevas generaciones, creando el efecto contrario al que predican, idiotizándolas.