Después de una de mis reflexiones más polémicas, es curioso como las reflexiones más profundas son las que más ampollas levantan sin ser con ánimo de ofensa, pues no acaba ahí el egoísmo dependiente del ser humano que parece no conformarse con hacer un reconocimiento social por escrito de sus intenciones. Si no que, además, paradójicamente se despide (in)conciente y premeditadamente de sus acciones o pensamientos en el futuro de su libertinaje, antes de condenarse al supuesto compromiso de amor «libre». Al margen del juego de palabras superlativo, si lo argumentamos bien, suena incoherente se mire como se mire.
La primera contradicción del amor libre antes de comprometerse con una pareja es la famosa tradición de hacer una despedida de soltero, como si se tratara de un juramento social con testigos o no tener remordimientos de abandonar la libertad de relacionarte con otros seres que no sean la pareja escogida, como si no hubiera más opción de fidelidad que la monogamia o el simple hecho de relacionarte sin infidelidades. Si solo se tratará de una opción personal, sin la necesidad de exteriorizarlo teniendo que hacer un show social estaría bien, puesto que no deja de ser un acto superficial pero, solo el hecho de exteriorizarlo, lo convierte en parte de ese show de reconocimiento social.
Siendo una bandera roja bastante evidente y contradictoria con las intenciones honestas que indican una alta probabilidad de que existan futuras infidelidades o resquemores en el futuro, por la falta de sinceridad y necesidad de aprobación encubiertas como síntoma de incapacidad de aplicar límites a la hora de relacionarse durante el respectivo ritual de emparejamiento. La segunda contradicción es la necesidad de evidenciar el reconocimiento social firmando un papel para demostrar amor libre y sin compromiso de manera monógama.
Evidentemente, me reitero que no tienen nada malo los rituales sociales de apareamiento y despedidas respectivos, siempre y cuando sean con el consentimiento consciente de ambos. Simplemente reflexiono sobre las verdaderas intenciones de confianza ciega que ayuden a sopesar una gestión correcta de las emociones a la hora de aplicar los límites necesarios que mejor compensen en esa impetuosa necesidad de demostrar, innecesariamente, un sentimiento recíproco desde lo más puro de nuestras entrañas.
Aunque tampoco debería ser necesario expresar este sentimiento para inducir a la reflexión, no obstante, queda patente por la reeducación de los límites para saber diferenciar entre quienes opinen de igual manera y quienes usen las discrepancias para ponernos contra las cuerdas por el hecho de pensar diferente.
La vida es simple, se trata de elegir lo más honestamente sin mirar atrás.
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