Sé muchas cosas que nadie sabe y otras tantas que todo el mundo conoce, aunque pocos se percatan porque lo evidente algunas veces pasa desapercibido hasta que se enciende la chispa que lo cambia todo.
Lo sé, porque para mí también hubo un tiempo en que había cosas que pasaron desapercibidas y, posiblemente, haya otras que me sigan pasando desapercibidas y las seguirá habiendo en un futuro. La década de mi adolescencia tardé en percatarme de ello, a veces reticente a los cambios, pero me ha servido para darme cuenta, gracias a los principios que me inculcaron, que cuando se enciende la chispa, todo cambia y nada vuelve a ser igual.
Todos nos sentimos, o nos gusta que nos hagan sentir, importantes alguna vez en la vida, a medida que almacenamos conocimientos, pero a medida que ese conocimiento se transforma en sabiduría, vamos a aprendiendo (o deberíamos aprender) a poner los pies en el suelo. La magia ocurre cuando decides plantarte en lo que ya no importa, y/o no puedes controlar, retomando la ilusión del primer día para afrontar nuevas sensaciones que percibir. Aprendiendo a detectar lo impredecible para minimizar las adversidades.
Y me gustaría aprovechar este post, para hacer una reflexión sin señalar a nadie, incluídos como ejemplos públicos que les corresponde e igual de humanos, algunas celebridades que no aprendieron a gestionar sus emociones y se estrellaron después de subir a la cima. Personajes públicos que se tomaban en serio o se utilizaba su imagen, real o guionizada, para lanzar un mensaje cualquiera a modo de panacea sobre la vida, sin importar la soberbia o las discusiones que ello pudiera generar, solo con el afán de generar audiencia o vender humo.
Eso, en la actualidad, no solo se mantiene sino que se ha normalizado y magnificado. El caso es que con el tiempo acaba sabiendose la verdad que ha llevado al individuo, o al colectivo, a estrellarse, después de endiosarse o seguir endiosado a costa de víctimas inocentes, como sería el caso de cualquier político, al principio sale escogido por falsas promesas (incluso reelegido por tropezar dos y tres veces en la misma piedra) y con los años se descubren las intenciones reales, los engaños, etc. vienen los remordimientos, los rencores, pero sin poner remedio tampoco. Es como que la sociedad ha entrado en un bucle espejo de ambiciones narcisistas, en cualquier ámbito, arrastrando los malos hábitos desde los tiempos de los romanos.