La siguiente reflexión es un tema delicado pero contundente, pensando en la cantidad de personas que mueren por sobredosis de drogas ilegales. Sin ánimo de crear controversia, se trata de concienciar para ser consecuentes de nuestros actos y libertades de expresiones para bien y para mal en la medida de lo posible.
El tema puede traer cierta controversia desde el victimismo del drogadicto que es evidente que lo está pasando mal con un producto que lo está matando, por decisión propia, inconsciente pero propia. Lo que hay que remontarse a los inicios, de cuando estás personas empiezan a tomar contacto y por qué toman contacto con drogas ilegales, en plenas facultados físicas y supuestamente mentales, al menos antes de hacerse dependientes por la razón que sea.
Mi reflexión no se trata de juzgar a nadie, sino de ser objetivo para poner remedio a una causa que se lleva miles de vidas que podrían evitarse si se trataran de otro modo. A estas alturas del s.XXI tenemos estudios concienzudamente de sobra para saber cuándo, como, por qué, edad, causas, etc. puede llevar a determinadas personas a consumir estupefacientes ilegales. Y, a pesar de todo, sigue ocurriendo porque los afectados lo consienten abusando de la libertad de expresión.
Las causas más comunes suelen ser factores sociales a edades tempranas y síntomas psicosomáticos sin prescripción médica alguna. Mi reflexión tampoco trata de concluir en la prohibición de ciertos estupefacientes naturales, como el cannabis, que con prescripción médica recomendable puede ser beneficioso o mejorar ciertas patologías de pacientes clínicos. Pero la diferencia está en regular su uso o en tomarlo al libre albedrío.
De hecho, está más que demostrado que las prohibiciones no son el mejor remedio para erradicar un problema, sino todo lo contrario, incitan más por la morbosidad de salir de la zona de confort erróneamente. La solución a cualquier problema o cuestión que atormente los demonios del ser humano, debe pasar siempre por la (re)educación emocional para encontrar soluciones mucho más prácticas, sencillas y rápidas, aunque sea a largo plazo, que caer en la fácil tentación que, a ese largo plazo, el resultado es todo lo contrario a beneficioso para la salud.
De esta manera, si tomamos conciencia realmente y lo aplicamos adecuadamente, no sólo evitaríamos miles de lamentos y pérdidas de vidas innecesariamente, sino que se podría ahorrar mucho dinero para invertirlo en la ciencia que salve vidas de gente que si enferma por causas naturales o irremediables sin haberlo buscado directa o conscientemente como quienes se enganchan a drogas ilegales que se sabe que beneficiosas no son.
Y seguramente, aquí el tema delicado de la situación, haya víctimas o falsos empáticos que se ofendan reclamando el derecho a drogarse ilegalmente y a ser curados por derecho propio, a pesar de unos efectos secundarios que lo más probable acaben siendo perjudiciales para la salud y que podrían evitarse tomando mejores decisiones.
Porque quién se droga de manera voluntaria, es un egoísta al que posiblemente le quite una plaza en el futuro a alguien enfermo por causas naturales. Pese la decisión egoísta de drogarse, cabe destacar también la capacidad de desarrollo y fortaleza de quienes pongan remedio para decir NO A LAS DROGAS y/o para salir de ellas antes que tengan efectos devastadores para la salud.