Sin ánimo de entrar en debates polémicos, me gustaría hacer una reflexión superficialmente profunda para desgranar las diferentes perspectivas religiosas que demuestran que la diversidad no es tan diferente y, a la vez, necesaria por ese estilo propio que aporta cada una, para ayudar a la tediosa tarea de sacar conclusiones finales sobre una teoría concreta.
La religión es como la política, ambas son tan necesarias como la ficción y la realidad. Sin ir más lejos, ambas están basadas en un guión para establecer las pautas convencionales de cada grupo. Por un lado, la política sería la parte realista que materializa las leyes y, la religión sería la parte ficticia que da rienda suelta a las ideas, que desarrollan la voluntad propia de cada ser, para llevar a cabo dichas leyes. Todo ello bien relacionado, porque si no puede resultar siendo un caos.
Siguiendo con el tema de las religiones, sin entrar en detalles y definiciones demasiado profundos, eso se lo dejaremos a los expertos teólogos y, los bienvenidos lectores sin distinción de credo, para que, a través de unas ideas preconcebidas puedan afirmar o no, si la esencia general de la teología une más de lo que pensamos esas diferencias, aparentemente, las separan. Si ponemos sobre la mesa algunas de las teorías más predicadas y prácticas más famosas llevadas a cabo, podremos observar detenidamente que todas o, al menos la mayoría, mantienen la misma esencia y hechos relacionados con el mismo fin. Y, aunque en algunos casos, algunas teorías se acaben liando más de la cuenta según se lleven a la práctica, el fin justifica los medios.
La mayoría de las teorías religiosas hablan, cada cual con sus palabras y sus tradiciones, de seguir los pasos de un líder que predica una serie de pautas para alcanzar la madurez total en todos los aspectos. (O, al menos, acercarse lo más posible). Dependiendo de las teorías, esa madurez hace referencia a la paz interior, a la plenitud personal, a la busqueda de la felicidad, etc. En cuanto a seguir los pasos de un líder, un Dios, etc, haría referencia al cultivo interior de la voluntad y la fe en uno mismo para sacar fuerzas de flaqueza ante los obstáculos, y el autocontrol para mantener la armonía en situaciones de calma y de riqueza.
Algunas de las frases más escuchadas religiosamente por los católicos; “por mí culpa, por mí culpa, por mí culpa” cuando el sacerdote lídera el sermón que deben repetir los feligreses.
Otra de las reflexiones más conocida, por otra de las religiones más conocidas en todo el mundo, el budismo japonés especialmente y, en general, las religiones orientales e hindús, predican la disciplina del autocontrol como la aceptación de los pecados propios como solución a los problemas en general, ya que no podemos controlar las situaciones externas pero sí podemos controlar nuestra situación personal y, de esa manera, si cada ser sigue el mismo ejemplo granito a granito se hace el montón. Además, también predica la manera de adoptar una actitud correcta para que no nos afecte, en la medida de lo posible o, nos afecte de desde otra perspectiva dichas situaciones externas incontrolables que, además, favorezca o se complemente con el resto de teorías.
En realidad, si le echamos un poco de imaginación, las religiones vienen a ser como un libro de auto ayuda que nos desgrana el sentido de ser de la vida para guiarnos a alcanzar nuestra plenitud emocional, en concordancia con el resto de seres que también la alcancen o, saberse comprender mutuamente. Por eso, los primeros líderes de las religiones como Jesucristo, Buda, Mahoma, incluso el mismisimo Allah, fueron personas normales y corrientes con sus virtudes y defectos que se distinguieron por seguir sus propios pasos sobre el amor propio y la paz interior, convirtiendose en líderes endiosados por los respectivos feligreses que no sabían encontrar el mismo camino hacía su voluntad y, a lo largo de los años, se convirtieron en leyendas idealizadas a los cuales rendir tributo en agradecimiento.
Por eso, personalmente y respetando todas las religiones e ideologías (siempre y cuando mantengan el mismo respeto) opino que la verdadera religión es la fuerza de voluntad y la fe en uno mismo por superarse ante las adversidades. Llámale fe, llámale voluntad o llámale actitud. Si nos paramos a pensar un momento, todas las religiones predican las misma esencia con diferentes palabras, incluso con diferentes actos pero mismas intencionalidades; orientar a sus seguidores a encontrar su propósito, lo único que es un propósito en común, en lugar de incentivar a cada uno por separado. Por eso la religión y la política tienen en común el arte de negociar unos pretextos según los contextos, por no decir que es lo mismo con diferentes hábitos.
Por lo tanto, cada uno de nosotros es como si fuera un Dios o un presidente propio, independientemente que por encima nuestro tengamos otro superior según el contexto, eso no exime del gran potencial que alberga en nuestro interior para ser dueños de nuestro propio destino sin rendir más cuentas que lo que corresponda proporcionalmente al respectivo colectivo que pertenezcamos. Pero, al margen de ello, si cada uno de nosotros supiera gestionar las emociones sin excesivos apegos a quién si aprende a autogestionarlas, mejoraría nuestra autoestima y voluntad para ser cada uno nuestros propios «dioses» coordinandoonos mejor el respeto y la tolerancia al estar en armonía con nosotros mismos.
