Como en cualquier ámbito, por suerte o por desgracia, según la perspectiva y/o los intereses de cada individuo, no podemos librarnos de los prejuicios humanos que envuelven nuestra rutina viajera, incluido el peregrinaje.
Para aquellos que no conocen lo que significan los viajes espirituales, podríamos describirlos como aquellos viajes “lógicos” dentro de un viaje físico que ordenan nuestras preferencias e intereses para hallar la paz interior.
Podemos encontrar distintos tipos de viajeros;
Los Turistas suelen ser los viajeros más exigentes, rigiéndose por la ley de “el que paga manda” sin escatimar en gastos, según sus necesidades, cuando escogen su destino.
Los Turigrinos es una modalidad nueva de turistas que se aprovechan de los privilegios de los peregrinos para costearse el viaje por un menor precio de lo que normalmente se costearía un turista normal y, a ser posible, sin perder los privilegios de turista.
Los Pijigrinos, sería otra modalidad de turistas más radical y descarada, como los influencers o los mal llamados «influmierders», de servirse furtivamente de los privilegios de turistas y condiciones de peregrino, con el único fin de presumir más que el del disfrute propio. En el primer caso estaría justificado para la promoción de marcas, pero en el segundo caso es indecente el abuso y la falta de disfrute real.
Los Peregrinos son los viajeros bohemios más puros de toda la vida y los más agradecidos también, disfrutando más del trayecto, normalmente a pie, desde desde la consciencia. Porque se encuentran en sintonía con el entorno en busca de la propia paz, sin importarles la opinión de terceros más que para servirles ayuda.
Los Bicigrinos, son igual que los peregrinos a pie de toda la vida pero sobre pedales, por motivos diversos; desde histórico cultural a retos deportivos o, simplemente, por ir más livianos escogiendo otras rutas alternativas y/o no cargar el equipaje directamente sobre el cuerpo.
Los distintos prejuicios o tópicos que envuelven al viajero, entre los cuales están las modalidades de peregrino, son;
Las fiestas sin control, es cierto que uno de los mayores atractivos de los viajeros es el de conocer las costumbres de cada destino, incluidas las fiestas, independientemente de los excesos de cada viajero. Por eso mismo tampoco se debe generalizar, porque cada viajero puede tener una planificación o improvisación diferente en función de sus intereses, tan respetables las de unos como las de los otros mientras no hagan ningún perjuicio.
El ligoteo, otro de los prejuicios más extendidos quizá, en cualquier tipo de viaje, como si el hecho de salir de nuestra rutina, confort o lugar, nos diera el privilegio de hacer lo que quisiéramos sin remordimiento por el hecho de no ser reconocidos. Al igual que con el anonimato en Internet. Personalmente opino que, cualquier ámbito en el que nos movamos, debemos ser respetuosos con el entorno y sus costumbres como lo seríamos con nosotros mismos y nuestra gente.
Vivir la vida al máximo, es uno de los prejuicios que se asocian a la irresponsabilidad por evadirse temporalmente fuera del confort de las obligaciones diarias. Al igual que el punto anterior, personalmente opino que podemos evadirnos siempre y cuando seamos conscientes de nuestras limitaciones y responsabilidades, para no descuidar nuestras obligaciones cuando regresemos a la realidad.
Otro de los prejuicios, cada vez más extendidos, es cuestionar soberbiamente por algunos «expertos» el tipo de recorrido escogido por otro tipo caminantes o aventureros, por el simple hecho de «romper las normas» socialmente establecidas según las tradiciones. El más habitual, el hecho de masificar turísticamente los tramos finales de un determinado camino o ruta para conseguir el reconocimiento oficial de las instituciones. También, por parte de dichos «expertos» que se dedican voluntariamente a la acogida, reclaman más ayudas sociales del país para desempeñar sus funciones y se toman el derecho de admisión, a criterio personal, de ser selectivos con su público, cayendo en la contradicción de las labores tradicionales del voluntariado que defienden.
A pesar de los prejuicios, en el caso concreto del peregrinaje actual, se asocia una especie de “libertinaje” creado con las nuevas formas de actuación que ha traído el progreso de la humanidad, por tener la libertad de vivir la vida al máximo en busca de esa eterna búsqueda de la felicidad confundiendo los valores introspectivos del peregrinaje como si peregrinar fuera “hacer lo que se quiera”, aunque en realidad retracta la esclavitud o codependencia de las masas hacia un sistema obsoleto que grita en rebeldía el ansia de un cambio emocional con los beneficios que aporta el peregrinaje puro.
Pues, el peregrinaje puro es la libertad de observar el entorno introspectivamente obrando en armonía consigo mismo, con la naturaleza y el mundo entero, fluyendo de manera objetiva.
El turista exige, el peregrino agradece.
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