Cada día que pasa está más desarrollada la libertad de expresión, para bien y para mal, en busca de la eterna democracia, debido al canal que abre la era de la información gracias a las nuevas tecnologías. Aunque algunas personas, inmensamente proporcional al nivel de impulsividad, tienden a confundir los conceptos “conocimiento” y “prejuicio”, dando lugar a juicios externos sin conocimiento de causa realmente.
Desde mi punto de vista personal me he dado cuenta por la observación en ciertos debates de mis temas de interés como la tecnología y los viajes cicloturistas. Pero, en realidad, cualquiera puede apreciarlo en cualquier aspecto de su entorno, porque es algo que radica en la misma esencia de la vida aplicado a cada circunstancia, salvando las distancias y mejorando lo presente. Lo que toda la vida ha ocurido en pequeños grupos sociales (comunidades de vecinos, grupos sociales, poblaciones rurales, etc.) gracias a la red de redes se ha expandido el arte del rumor social a nivel mundial que, con la excusa del mito de no generalizar y, de hacerlo sin supuesta mala intención, se acaba generalizando con opiniones no consentidas que reflejan los miedos e inseguridades de quién las expone hacia quienes envidian porque no tienen miedo ni pudor por expresar sus sueños con el riesgo de cumplirlos.
Para bien, porque es una ventaja indudable que la información es un poder de conocimiento que debe estar al abasto de cualquiera para poder ampliar su experiencia, analizando los pros y contras, antes de tropezar en un posible error fatal. Pero a la vez, cometer esos errores es tan digno y poderoso como el conocimiento anticipado, porque nos anticipa de cometerlo pero también nos ayuda a comprender el conocimiento irremediablemente por voluntad propia. Por eso la información es una gran responsabilidad.
Para mal, se puede convertir en un gran estigma como ventaja si no se mira con los ojos adecuados cometiendo errores en bucle sin aprender de ellos. Y por muy pocos escrúpulos que pueda tener un ser, si encima no pone de su parte en estar más receptivo, eso acaba quemando a cualquiera, empezando por uno mismo.
La clave está en saber admitir los errores como parte de un todo, aprendiendo sin justificaciones ni lamentaciones, al igual que lo hacemos con los éxitos. Es más, la prueba de que los errores forman parte del todo, es que son el camino hacia el aprendizaje o experiencia para obtener los respectivos éxitos al llegar a la meta.