Cada vez se escuchan más casos de mujeres maltratadas y menos de hombres. En parte, sin justificación alguna es lógica, partiendo de la base natural, que la mujer reciba más protección cuando se ve amenazada por una fuerza bruta que es superior a su supervivencia. Pero, hemos entrado en una dinámica sobre la batalla de sexos que, más que solución, lo que parece interesar más es alimentar la incitación al odio. Porque es la forma en que las personas son más vulnerables para ser manipulados, más fácilmente, por los poderosos representantes que perpetuán sus intereses a costa de quienes, supuestamente, deben proteger.
Por eso mismo, y alejándome del debate sexista, realmente no tiene tanta importancia como la que hacen trascender, desde la perspectiva natural y racional, al margen de las pequeñas asperezas por las diferencias naturales entre sexos que, bien compaginadas forman un buen equipo, pero que, con los intereses en contra puede librarse una batalla campal en la que, casi siempre, como si de una partida de ajedrez se tratara, tendrá las de ganar el que mejor estrategia sepa emplear.
Debido a la desventaja física de la mujer, con los años, no solo se ha creado un estigma machista en su contra, sino que además se ha estigmatizado al hombre como un ser sobrevalorado que carece de emociones y que no necesita más protección que el don físico que le ha dotado la naturaleza y, que si flaquea emocionalmente sus vulnerabilidades, es ridiculizado o discriminado por su falta de habilidades naturales o virilidad. Por otro lado, la mujer, con la justificación social de haber estado en desventaja por orden natural, utiliza su estrategia emocional para forzar vengativamente la supuesta igualdad y empoderarse. Cometiendo el error de equipararse por la fuerza, en lugar de compenetrarse, viendo un enemigo donde debería ver un compañero. Y, de esa manera, donde antes dominaban los hombres con la excusa natural, posteriormente dominaran las mujeres por justificación racional.
Una vez más, el verdadero culpable de semejante manipulación mutua son los prejuicios y los intereses personales. Porque, si interesara hablar de una verdadera igualdad, en lugar de movimientos que llevan el nombre de uno de los bandos (machismo o feminismo) lo llamarían de algún modo más imparcial (como sexismo a secas o algo parecido) y aún así no tendría mucho sentido porque por encima de hombres o mujeres, estamos hablando de personas, de seres, de especies, supuestamente razonables.
¿Así que, si queremos lograr la igualdad absoluta, porque no empezamos a llamar las cosas por su nombre actuando con lógica y al margen de los intereses de la manipulación social?