Existe una gran diferencia entre responder y contestar, el resultado puede marcar la diferencia de enaltecer o apagar los sentimientos emocionales que provocan el odio. La cuestión está en saber gestionar las emociones cognitivas adecuadamente, controlando las prioridades de cada momento con disciplina.
1: Pensar antes de actuar.
Cuando alguna emoción disturbie nuestra paz, si hace falta, es preciso morderse literalmente la lengua, agachando la cabeza y contando hasta diez, a ser posible forzando una sonrisa terapéuticamente falsa. Con entreno y habilidad acabará convirtiéndose en un hábito. De esa manera, evitaremos caer en malentendidos, cavilando empáticamente para juzgar adecuadamente las intenciones de nuestro interlocutor y focalizar la mejor respuesta que no nos haga perder la compostura impulsivamente.
2: Dar la razón “como a los tontos”.
Tras cavilar adecuadamente nuestro juicio al respecto sobre la emoción que ha enturbiado nuestra paz interior, una vez sopesada la sentencia lo mejor posible, procederemos a “dar la razón” amistosamente a nuestro interlocutor. No significa que tengamos que ser falsos o mentir, simplemente y de manera empática nos expresaremos con asertividad, dando la razón parcial y proporcionalmente como opinión subjetiva. A pesar de que las opiniones puedan ser tóxicas o dañinas, siempre tienen una parte mínimo de razón por las cuales se expresan, y el interlocutor que las expresa, en este caso, con dolor y resentimiento por alguna causa, esperando algún tipo de reconocimiento frustrado y, como tal, hay reconocerle con cariño y cautela ese reconocimiento con la falta de amor que carece. De esa manera, hacemos que el interlocutor se desarme de sus inteciones defensivas y se relaje para poder dialogar más receptivamente.
3: Ver más allá de lo que vemos.
Muchas veces, con razón o sin ella, nos obcecamos es una visión subjetiva y demasiado egoísta mirando por nuestros propios intereses. Por ello, es importante que, tanto a nivel personal como a nuestros interlocutores, expresemos nuestra visión de una manera más global para que pueda entender nuestros argumentos desde otras perspectivas. Utilizando ejemplos o metáforas que empaticen con otras opiniones.
De esta manera, mantenemos nuestros argumentos sin discriminar o quitar la razón de nuestros interlocutores, situándonos por encima de ellos con una perspectiva global sin caer en la arrogancia.
4: Ser humilde.
A través de los ejemplos o metáforas que empatizan con otras opiniones, damos la imagen de corresponder y de dejar a un lado los intereses egoístas que tienden a malinterpretar las situaciones, asumiendo y reconociendo nuestros errores y defectos abiertamente sin pudor. Aumentando la confianza y la credibilidad.
5: Querer y hacerse querer.
Dirigirse a un grupo o grupos reducidos en determinados momentos del argumento, despierta interés y empatía para ganarse la confianza de cierto grupo de personas. Demostrando dar el valor que merecen o reclaman. Todo el mundo tiene derecho a sentir su minuto de gloria. Alabando la audiencia, la pone de su lado.
6: Errar es de humanos, perdonar de sabios.
El mayor error que podemos cometer es el de intentar ser demasiado perfectos en algo. Es mejor intentar y no acabar, que quedarse con el dilema de no haberlo intentado jamás. Por supuesto que, lo que se empieza se acaba, pero con calma y buena letra se dan pasos más firmes que quedándose de brazos cruzados disparando palabrería. Hacer cosas supone el riesgo de equivocarse de la misma manera que lograrlas con éxito, solo con la acción desvelaremos la sentencia. Lo que está claro es que, si no hacemos nada no conseguiremos nada, solo martirizarnos con especulaciones que no llevan a ninguna parte hasta que decidimos movernos y comprobarlo. Y sobretodo, cuando caigamos en el error saber pedir perdón a los implicados o mostrar agradecimiento cuando alcancemos el éxito, porque de la misma manera que pasamos por encima de los demás al subir, igual pasarán por encima de nosotros cuando bajemos.
No se trata de copiar estas pautas, sencillamente se trata de aplicar el sentido lógico y la práctica de ser transparentemente asertivos al estilo de cada uno teniendo en cuenta estos puntos como referencia o guía para evitar conflictos y discrepancias con el prójimo.