Cuando nadie te escucha y no sabes cómo expresar el abuso narcisista, porque nadie se explica que puede ocurrir hasta que sucede. Especialmente por prejuicios, cualquiera puede convertirse en cómplice de maltrato, porque no se considere que una mujer “débil” pueda maltratar a un hombre “machote” o que o pueda existir una mala relación entre personas por el mal carácter encubierto.
La violencia y el abuso en la vida adulta e independientemente del género, es lo mismo que ocurre en la infancia, rodeada también de prejuicios con la excusa de; “bah, son niños”. No son sólo niños, son personitas que si no se corrigen y se enseña unas buenas pautas, de adultos seguirán arrastrando las malas conductas, con mayor poder y descontrol, para llamar la atención.
A pesar que en la sociedad actual está muy extendido el narcisismo, el trastorno de perversión narcisista es bastante desconocido como tal, hasta que conoces a uno/a y luego detectas al resto, encajando muchas piezas del puzzle. Nadie nace aprendido ni más sabido que nadie, porque el mejor consejo es la experiencia y ese siempre llega tarde. Para ser más humildes hemos de aprender a empatizar más aunque sepamos más, precisamente porque «el que lo sufre» no lo sabe. La humildad cura el escepticismo, pero la arrogancia aviva el odio del escéptico. Por eso tenemos que escuchar más con el corazón y sentir menos con la cabeza.
Ante cualquier alerta emocional que vaya contra nuestros principios, por pequeña o tonta que nos parezca, hay que activarse y buscar ayuda. Leyendo, documentandose, acudiendo a algún especialista, hablando con alguna amistad de confianza que no esté en común o que sepa empatizar lo suficiente con el problema por el cual se haya activado la alerta o que estemos seguros que es de confianza o completamente imparcial.