Quizá soy el menos indicado para hacer esta reflexión, según las pautas sociales políticamente correctas, por mi condición de mestizo o por haber nacido en una gran capital, pero gracias a mi condición me ha ayudado a valorar más los pequeños detalles y a ser más objetivo.
Parte de mi condición mestiza tiene sus raíces en el medio rural, medio infravalorado por sus escasas comodidades pero valorado para evadirse de la realidad. Sin ánimo de herir sensibilidades, quienes sólo visitan el medio rural por cumplir con sus raíces y porque es tradición, no valoran el verdadero patrimonio rural, aquel por quienes nuestros ancestros lucharon desde que los pedos se tiraban con catapulta, de sol a sol con el sudor de sus frentes, para ganar una miaja pan.
Hoy día, veo a todos los nuevos jóvenes repetir los errores y festividades materialistas por los cuales aprendió mi generación gracias a las enseñanzas y al trabajo de las anteriores, valorando por mi condición gracias a la observación del medio y convivir con el mismo, realizando manualmente todas aquellas tareas que en la gran capital están automatizadas.
Desde la práctica del deporte al aire libre versus los gimnasios, la autosuficiencia versus las comodidades, y lo más importante, las relaciones humanas desde un simple saludo por la calle versus el desconocimiento social en la ciudad por orgullo o por vergüenza.
Creo que nuestras diferencias no nos hacen tan diferentes, porque todos buscamos lo mismo a nuestra manera y sin control, si nos organizamos un poco podríamos hacer grandes cosas unidos, como demuestran los “postureos” esporádicos o las causas benéficas.