De entre todas las cosas que he ido aprendiendo, a lo largo de mi casi media vida, hay dos cosas principales que más valoro, proporcionalmente a lo infravaloradas que están por parte de los intereses de la sociedad en general; la transparencia y la expresividad.
Vivimos en una época que, cuanto más avanzamos menos entendemos y, es normal porque al ritmo que avanza todo el progreso, hay que saber parar y retomar el aliento para mantener los pies en el suelo, la cabeza en los hombros y el corazón controlado. Pero la infravaloración del progreso y los principios morales no son todo responsabilidad de la sociedad actual, entiendo que viene de mucho más atrás. No tengo tanta memoria para hacer un retroceso en el tiempo, básicamente porque no había nacido, y pocos o nadie puede lograrlo porque los pocos documentos o pruebas que existan deben encontrarse erosionados por el paso del tiempo, eso sí se encuentran. Pero quiero pensar que, alguien se saltó algún buen hábito, en algún punto de la historia que hemos o no estudiado en los libros de texto, desde la época del imperio romano, pasando por la edad medieval y los conquistadores, hasta nuestros días, las personas han ido sembrando la huella del egoísmo y los intereses personales, ocultando sus sentimientos para protegerse y quedar bien con el prójimo, evitando ser descubiertas sus intenciones reales, incluso sin tener nada que ocultar, así de misteriosa es la especie humana. Aunque, lo más probable o eso quiero pensar, sin mal intención ni malicia, granito a granito al cabo de los miles de años se acaba amontonando una montaña de prejuicios y leyes que, aunque no estén escritas, tarde o temprano acaban colmando la paciencia de maría santísima.

La sociedad necesita un cambio radical, una reeducación de valores, desde el respeto de las costumbres de cada uno, nos falta un hervor para terminar de ser mejores y no fastidiar las grandes hazañas que hemos logrado y que estamos dispuestos a hacer, por culpa del orgullo y el rencor que enciende la llama de los prejuicios.
No sé a ciencia cierta cuál sería la mejor solución, porque tan solo soy un humilde humano más, paciente y creyente de ver el lado bueno de las cosas y el más humano de la gente, incluso donde ellos mismos no son capaces de ver. Pero, por respeto a la voluntad de cada uno, para bien o para mal, he de tragarme la impotencia de ver como a algunos les consume el orgullo y el rencor. Especialmente, cuanto más cerca te pueda tocar.
Y para no pasarme de críticas con esta reflexión, aquí viene mi aportación de lo que considero que podría ser una solución para cambiar o reeducar el mundo. Exige voluntad y compromiso, a partes iguales, por parte de todos. Tampoco creo que sea una solución definitiva ni la única del mundo, pero si la única que se me ocurre con cabeza en un mundo de caos y destrucción, en el que faltan las iniciativas y sobra la imaginación. Si alguien que pueda leerme se le enciende la bombillita y se le ocurre alguna idea mejor, es libre de dejar su opinión, cualquiera que sea, para tenerla en cuenta y llegar a consenso entre todos.
Bonitas palabras y una gran reflexión, ojalá más personas pensarán como vos. Te mando un gran besazo y bendiciones desde el otro lado del charco!! OOOXXX
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