Dícen que literariamente y cinéfilamente hay un límite de historias que se repiten para contarnos la misma historia con diferentes temáticas, concretamente 7, que siguen un storyboard clásico para entrar en contexto y que explicaría porque somos tan diversamente iguales y diferentes.
Bien, hasta cierto punto estoy de acuerdo aunque me atrevo a decir que son menos historias, de hecho, una sola historia que se repite en todas las novelas, películas, libros, incluso programas de entretenimiento y que aplica en la vida real. Aplicando el mismo patrón de conducta con diferentes temáticas y estilos, siguiendo el patrón básico de la literatura de las 3 fases; Planteamiento, Nudo y desenlance.
En todas las historias, basadas en hechos reales o ficticeas, se narra la misma trama de superación e inspiración, drama o miedo, incluso sentimientos encontrados desde el amor propio hasta compartirlo con otro ser de la misma especie siguiendo una línea de evolución progresiva o ciclo de vida, e incluso de involución o incorporando flashbacks para enriquecer o alternar la historia, que atraviesan los personajes principales o protagonistas basicamente, aunque algunos personajes secundarios también pueden verse reflejados, para superar cualquier estado emocional.
Tras la presentación de los personajes, se cre un problema o trama en la respectiva temática y, finalmente, concluye el desenlace. A veces feliz, otras triste, incluso amargo, y los más originales mezclan diversas emociones para representar mensajes subliminales o entre líneas la moraleja de los patrones que suelen coincidir con esa base de realidad surgida del subconciente abstracto.
A veces suele ocurrir que los guiones salen mejor o peor estructurados o tienen más o menos exito, para gustos los colores. Y es que si nos paramos a pensarlo, es un riesgo añadido la diferencia entre la interpretación original (objeción) y la variante de interpretaciones de la audiciencia (subjeción) haciendo de la historia más o menos predecible. Aunque ahí es donde entra en juego la pasión para sacar de la zona de confort a la imaginación, para bien o para mal, a veces incluso demasiado, saber interpretar o diferenciar los mensajes adecuadamente. Hay argumentos muy reales que se infravaloran con el humor y/o con el entretenimiento, o argumentos muy ficticeos que se sobrevaloran fuera de contexto, etc. º
Sentirse identificado con un argumento puede resultar mágico para evadirse de la realidad, pero también es necesario (dentro de unos límites equilibrados) para dejar volar la imaginación y aprender nuevas perspectivas que aplicar o anticiaparse a situaciones reales. Por eso, tengo la teoría que la ciencia ficción tiene una base de realidad basada en la imaginación para crear, a veces más o menos dispersa, pero ahí reside el misterio para descodificar los mensajes oportunos, siempre tratando de ser lo más realistas posibles.
Como todas las cosas, ser excesivamente objetivos de la base argumental de una historia tiene el riesgo de poder hacernos parecer o convertirnos en unos escépticos empedernidos, por eso hay que ser concientes sin tomarse a personal ciertos contextos que deben fluir por si solos.